Una noche de enero, heladora y quieta como un oso polar iluminado, con reflejos dorados en el cielo sobre la plaza, como si fueran tibias antorchas encima de las casas señoriales y sobrevolando la torre de la iglesia, caímos entre el silencio y la soledad abrumadora de sus calles, en nuestro querido pueblo de Paredes de Nava.
Desde nuestra vecina Cantabria, la institución cultural de La Venencia, había tenido a bien bajar a esta tierra castellana, para presentar una hermosa Antología de Poesía Taurina, que es excepcional. Yo los conozco hace años, y siempre me ha llamado la atención este grupo de personas que en principio no tienen que ver profesionalmente con las letras, al menos todos, pero sí con el amor al arte, valga en este caso la expresión más literal.
Su presidente, Salvador Arias, es un hombre apasionado y riguroso cuando enfrenta proyectos de esta índole, tenaz y perfeccionista, amén de ser un ser humano cariñoso y simpático donde los haya. Así también todos los que integran este grupo, hombres y mujeres entrañables, emplean mucho de su tiempo libre en amar la poesía y el arte en general, y tienen el gesto de la gente feliz, la conversación de las personas educadas y sencillas, y la sensibilidad canalizada en empeños nunca lucrativos y siempre bajo la estrella de la libertad. Este tipo de gente, su cercanía y su entrega es un regalo gratificante para pasar un viernes de enero a 4º bajo cero. No hizo falta ni vino de honor ni pinchoteo, ni cualquier otra cosa en este caso. Qué bien, así sólo, escuchar un rato hablar a estas personas de su andadura, de los años detrás de su Antología, y después desgranar unos poemas todos ellos hermosos, recitados por sus componentes, algunos a dúo matrimonial, y aunque el tema era lógicamente ensalzar al mundo del toro, hubo también algunos poemas antitaurinos.
Desde luego, se puede estar a favor o en contra de los toros. Pero lo que es indiscutible es, que desde siempre la llamada fiesta nacional ha generado una cantidad de sentimientos, historias, costumbres, plástica, música, colores, trajes, mujeres y hombres, tertulias y paisajes, madrinas y pañuelos, horarios, perfumes, palabras, broncas y aplausos,…que es imposible que todo eso se haya podido sustraer a la creación artística. Es imposible. Contiene todo lo esencial a ella: Forma y fondo, emociones, metáforas, sonidos, vida y muerte. Amor. Tragedia y peligro. Aventura.
En fin, estábamos en la asociación cultural de La Venencia, y en Paredes de Nava. Retomemos el tema de nuevo. Porque está hermosa villa tiene el loable proyecto de hacer de ella un enclave singular: “Ciudad de la poesía” dentro de nuestra comunidad.
Desde luego, ser cuna de ilustres y universales artistas ya es una magnífica razón. Jorge Manrique, el poeta de la esperanza, vio la luz en Paredes de Nava. Él fue el que por primera vez en la historia habló de que la vida terrenal es la que deja una huella indeleble en los demás, la fama, a la que llamó tercera vida. Él descubrió para la poesía el tema de los valores humanos presagiando el humanismo que ya se había instalado en Italia; esa nueva manera de entender la vida como disfrute y no como condena, nos la dejó impresa en una de las más grandes elegías de la historia universal, en la que su padre aparece como ejemplo de lo que debe ser un hombre “moderno”: Recordado por ser y no por tener. En versos maravillosos como sentencias, expone con una sobriedad y una enorme lucidez el poder igualatorio de la muerte y la fugacidad de las cosas materiales: dinero, poder y belleza. Señaló con palabras, en sus famosas estrofas de pie quebrado, verdades eternas que siguen teniendo el mismo sentido hoy. Todo ello acompañado con un ritmo funeral que corresponde al dolor de la muerte, pero que te deja el sabor grato del ejemplo de un hombre que queda en la memoria de los demás por sus virtudes, y no por su patrimonio.
Por si fuera poco Jorge Manrique, Paredes es cuna también de los Berruguete, el pintor Pedro, y su hijo Alonso, pintor y escultor, reconocidos mundialmente por su obra. Su paso por Italia, impone en sus obras un cierto manierismo italianizante que en contacto con el realismo algo triste, muy castellano, muy paredeño, dan a sus obras una singular textura, que linda con el dramatismo de los sentimientos. “Los Reyes de Israel” las admiradas tablas de Pedro Berruguete que rematan el Retablo de Esteban Jordán, en la Iglesia de Santa Eulalia, imponen por su nivel de perfección: cabellos, joyas, paños en los que se distingue la seda del terciopelo perfectamente como si la vista se volviera tacto, y la personalidad de cada rostro, que nos parecen vivos y actuales. Su fondo dorado, les pone luz, intensidad y una fina riqueza que suaviza la terca realidad. En esta misma iglesia se alberga el importante Museo parroquial de la villa. La Iglesia de Santa María, de estilo ojival, y la de San Juan, de esbelta torre y retazos mudéjares, así como el convento de Santa Brígida, de otro ilustre, el arquitecto Felipe Berrojo, son otras de las joyas de Paredes. En sus campos se oculta la antigua ciudad ocupada primero por los vacceos, y más tarde por los romanos, y su cercanía al canal de Castilla, hicieron de la Villa un lugar lleno de vida e importancia a través de su historia. Ahora se merece ser la capital de la poesía Esperemos que su intención, sea apoyada, y que podamos disfrutar con más frecuencia de estas reuniones culturales que tanta falta nos hacen. Paredes se lo merece, y tiene el apoyo de todos los que amamos la literatura, el buen gusto, el contacto con la sensibilidad de todos aquellos que hacen de sus sentimientos palabras inmortales, donde encontrarnos y comprendernos. Suerte en el empeño, y nuestro cariño a esta bella e ilustre villa.
Sari Fernández Perandones
El Norte de Castilla
Sari Fernández Perandones
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